miércoles, 4 de marzo de 2009
tristeza
Tristeza, escarabajo de siete patas rotas, huevo de telaraña, rata descalabrada, esqueleto de perra: Aquí no entras. No pasa. Ándate. Vuelve al sur con tu paraguas, vuelve al norte con tus dientes de culebra. La tristeza puede entrar por estas puertas. Por las ventanas entra el aire del mundo, las rojas rosas nuevas, las banderas bordadas del pueblo y sus victoria. No puedes. Aquí no entras. Sacude tus alas de murciélago, yo pisaré las plumas que caen de tu mano, yo barreré los trozos de tu cadáver hacia las cuatro puntas del viento, yo te torceré el cuello, te coseré los ojos, cortaré tu mortaja y enterraré, tristeza, tus huesos roedores bajo la primavera de un manzano. Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos: quiero la luz y el trigo de tus manos amadas pasar una vez más sobre mí su frescura: sentir la suavidad que cambió mi destino. Quiero que vivas mientras yo, dormida, te espero, quiero que tus oídos sigan oyendo el viento, que huelas el aroma del mar que amamos juntos y que sigas pisando la arena que pisamos. Quiero que lo que amo siga vivo y a ti te amé y canté sobre todas las cosas, por eso sigue tú floreciendo, florida, para que alcances todo lo que mi amor te ordena, para que se pasee mi sombra por tu pelo, para que así conozcan la razón de mi canto.
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