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miércoles, 3 de junio de 2009

Realidad .. ¿Es sano peliar?

Aviso de ocasión: Se busca a la pareja que haya cumplido por lo menos cinco años de matrimonio y que nunca haya tenido ni la más leve discusión o desavenencia.

¿Cuántas parejas aparecerían si se lanzara este anuncio? Sería muy interesante saberlo porque, más bien, lo que abunda es una cantidad increíble de pequeños o grandes disgustos desde los primeros días de casados, incluso antes. Que si él me habló feo, que ella es una sentida, él un desordenado, ella una impuntual, él es un tacaño, ella una despilfarradora, él un inconsciente, ella una chiflada y esto es sólo el principio de una lista interminable de motivos para discutir.

Una viejita decía que, desde el principio de los tiempos, en el cielo se instaló un trono doble para que lo ocupara el matrimonio que nunca hubiera tenido un problema y, por supuesto, ese trono aún está vacío.

Es casi ley natural que se presenten disgustos en la pareja y, si esto es así, por algo bueno será. Los pleitos deben tener mucho de benéfico si es que los sabemos aprovechar.

Por lo pronto, el primer punto bueno que viene después de un pleito, es la reconciliación. Hay parejas que, luego de pelear, se reconcilian con demostraciones cariñosas y eso está bien, lo malo es creer que con eso se solucionan los problemas. En realidad, las desavenencias en la pareja casi siempre tienen algo más de profundidad y hay que llegar al fondo del asunto en cada ocasión, no dejar que se acumulen las dudas y rencores porque se irá amontonando una fuerza explosiva que en algún momento tenderá a estallar, con daños tal vez irreversibles.

Recuerdo claramente las palabras que mi esposo me dijo después de la boda, cuando íbamos de viaje rumbo a la luna de miel: Mira, me he dado cuenta de que tienes carácter fuerte, te enojas con facilidad y toca la coincidencia de que yo también soy así. Te voy a pedir que hagamos un pacto, dijo. Cuando me veas enojado o molesto, por favor no me contestes ni levantes la voz. Eso mismo haré yo contigo, esperaremos al día siguiente y cuando los ánimos estén tranquilos, entonces dialogaremos. Acepté el pacto y ahora, a casi 18 años de casados, me doy cuenta de que... ¡funcionó! Descubrí que precisamente ahí está lo positivo que tienen las ocasiones de disgusto. Dan oportunidad de reflexionar en aspectos que no tomaríamos en cuenta si no estuviéramos bajo cierta presión y, además, permiten conocer en profundidad a nuestro cónyuge a la vez que nos damos a conocer, por lo tanto, si se soluciona el enojo en forma favorable, aumenta el conocimiento y debe aumentar también el cariño.

Faltas de respeto

Por otra parte recuerdo aquellos consejos de mi madre: hija, nunca se falten al respeto porque si lo hacen quedan heridas que son difíciles de curar. ¡Ese ingrediente tan valioso! El respeto, cuando se pierde, es el momento en que de verdad resulta muy malo pelear.

La falta de respeto puede darse cuando un cónyuge pasa del enojo a la ira, ya que una persona iracunda puede llegar hasta donde no se lo imagina, primero al insulto, luego a los golpes y, desafortunadamente, al homicidio o al suicidio. Por eso, antes de llegar siquiera a la falta de respeto, es necesario conocer el tipo de pleitos que se dan en la pareja a fin de evitarlos, para así no ir a lamentar hechos irremediables:

1.- Discusiones leves: estas se dan por diferencias de opinión debidas al ambiente en que fueron criados ambos cónyuges y por su muy personal educación.

2.- Discusiones acaloradas: Cada persona defiende su punto de vista tratando de imponerlo al otro, pero no se llega a la ofensa y se puede obtener un mayor conocimiento de la pareja.

3.- Riñas: el más pequeño motivo de disgusto da ocasión para que se enciendan los ánimos, se pase a los insultos y luego a los golpes, esto va creando un abismo entre la pareja y se va perdiendo el amor. Los efectos nocivos de la riña sólo pueden ser borrados con el perdón sincero por parte de ambos, siempre y cuando sea de verdad perdón y olvido. Hay parejas que, después de un pleito, permanecen días o semanas sin hablarse. Esto es inconcebible en personas que viven bajo un mismo techo, y com-parten cama y mesa.

Sin niños presentes

Todavía es más absurdo que las riñas se desarrollen delante de los hijos pues esto les causa un grave daño en su personalidad. Los padres no se imaginan todo lo que ocasiona en la mente de los niños el escuchar que sus papás se lanzan gritos y ofensas.

Para los hijos sus padres son el frente en el hogar, y sentir o ver ese frente desunido, les ocasiona temor, angustia y muchos otros sufrimientos que impactarán su vida de adultos.

Para evitar esto, marido y mujer pudieran tener una lista enumerada de los motivos por los que pelean constantemente. De esta manera se puede hacer muy corta la siguiente discusión si en lugar de empezar con alegatos, ambos se dirigen a la lista -que puede estar pegada en el refrigerador - y señalan el asunto que les está molestando en ese momento. Con esta acción se ahorrarán bastante tiempo y además llegarán lo más pronto posible a pedir una disculpa, que es el punto donde debe terminar todo pleito, por pequeño que sea. Una cosa queda en claro: el más inteligente de los dos es el que primero pide una disculpa, aunque sienta que realmente no fue quien propició la discusión.

Motivos por los que las parejas pelean

1.- En el área de la comunicación.
a) No empiezo un diálogo por temor a que se enoje mi pareja.
b) No empiezo un diálogo porque no tengo tiempo y sí, muchos compromisos de trabajo.
c) Estoy terco(a) en mi punto de vista persona.

2.- En el área de la sexualidad.
a) Creo yo que hay incompatibilidad sexual pero en realidad no he puesto toda la delicadeza necesaria para llegar a ser compatibles.
b) Tengo determinado prejuicio.
c) Quiero obtener placer al margen de mi cónyuge.

3.- En lo que se refiere a la familia.
a) No estoy de acuerdo con mi pareja en el número de hijos que debemos tener.
b) No estoy de acuerdo con mi pareja en cuanto a la clase de educación que deseo transmitir a mis hijos, ni siquiera me la he planteado.
c) Cuando doy una orden a mis hijos mi pareja la contradice.
d)Tengo celos porque mi esposa(o) atiende más a mis hijos que a mí.
e) No aguanto la intromisión de mi suegra y mis cuñadas.
f) Ahí vienen otra vez mis cuñaditos simpáticos.

4.- En lo que se refiere al trabajo.
a) Mi marido vive para trabajar y no trabaja para vivir.
b) Mi trabajo como ama de casa no es reconocido.
c) Mi esposa descuida el hogar y los hijos por causa de su trabajo.

5.- En lo que se refiere al dinero.
a) Mi esposo(a) quiere gastar más de lo que ganamos.
b) Mi esposo(a) no me dice cuánto gana, no me tiene confianza
c) Mi esposo tiene dinero pero es muy ahorrador.
d) Lo tuyo es tuyo y lo mío es mío, (forzada separación de bienes).
e) Amo más al dinero que a mi pareja.
f) Tenemos tanto dinero y lo usamos tan libremente que ahora tenemos hastío, desilusión y aburrimiento.

6.- Otros motivos
.a) Celos.
b) Mi esposo(a) siempre me está comparando con otras personas y eso me humilla.
c) Mi esposo llega del trabajo y a la primera que saluda es a la televisión.
d) Mi esposa no me atiende como debe ser por estar viendo su telenovela.
e) Mi esposo(a) se cree cualquier intriga o chisme sin primero dialogarlo.
f) Alcoholismo.
g) Drogadicción.

Hay otros motivos más particulares -que cada pareja podrá agregar en su lista- sin embargo, el denominador común de cualquier disgusto, en el fondo siempre viene siendo el egoísmo de uno o ambos cónyuges.

De todas maneras, con esfuerzo, amor y generosidad, todos los problemas, por difíciles que parezcan, tienen solución, sobre todo si se piensa en la felicidad del otro más que en la propia.

1 comentario:

bletemita dijo...

Gracias!!!!

que buena onda el tuyo!

nos mantenemos en contacto!

(yo también toco la bata!)

un beso

blett